¿Alguna vez has tenido dificultades para establecer una relación de confianza con un jefe perfeccionista? Algunas personas consideran que el perfeccionismo es una cualidad positiva, que nos impulsa a elevar la vara en la búsqueda de la excelencia. Sin embargo, si has intentado gestionar las expectativas de un perfeccionista en tu vida, sabes que esto no siempre conduce a la efectividad. Por el contrario, el perfeccionismo puede matar la excelencia, perjudicar las relaciones, comprometer resultados a largo plazo y generar frustración y decepción.

El Perfeccionista

Para alguien con rasgos perfeccionistas, nada es suficiente si no es perfecto. La búsqueda de la perfección establece estándares irreales tanto para ellos como para quienes los rodean. Un perfeccionista se centrará más en las tareas y los resultados que en el equipo o en el individuo. A menudo pierde de vista el panorama general, obsesionándose con los detalles.

Este tipo de líder se involucra en cada aspecto del trabajo, asumiendo más responsabilidades de las que puede manejar. Su equipo y él trabajan arduamente durante largas horas para lograr los objetivos, pero aún así, nada parece ser lo suficientemente bueno.

Establecer relaciones cercanas es complicado para un perfeccionista, ya que tienden a aislar a quienes los rodean. No confían en que otros puedan realizar las tareas de manera impecable, lo que lleva a un micromanagement que ahoga a los miembros del equipo. Como resultado, las personas se desconectan, sintiéndose oprimidas y desmotivadas.

A nivel individual, los perfeccionistas intentan demostrar su valía, construyendo su autoestima sobre la percepción de ser competentes e impecables, tratando de complacer a los demás y cumplir con lo que consideran se espera de ellos: la perfección. Frecuentemente se sienten irritados, frustrados y decepcionados consigo mismos y con su equipo cuando no logran cumplir con estos estándares inalcanzables.

¿Por qué se piensa que el perfeccionismo impulsa resultados sostenibles?

Existen similitudes entre una cultura que fomenta el logro y otra que promueve el perfeccionismo: el impulso, la determinación y la energía para cumplir con las tareas, así como el compromiso con la calidad de los resultados. Sin embargo, una organización que cultiva una cultura de logro establece continuamente estándares de excelencia (en lugar de estándares irreales de perfección). Busca nuevas formas de mejorar, desarrollando una mentalidad de crecimiento que sustente la cultura. Fomentar la seguridad psicológica y la colaboración es clave para que los equipos e individuos puedan sobresalir. En estas organizaciones, el fracaso se considera parte del proceso. Los miembros lo ven como una oportunidad para aprender, adaptarse y seguir mejorando. Para un perfeccionista, aceptar el fracaso es un desafío, ya que se relaciona directamente con uno de sus miedos: no ser lo suficientemente bueno.

¿Cuáles son las diferencias entre un líder perfeccionista y un líder efectivo?

El perfeccionismo aniquila la excelencia. ¿Cómo podemos pasar de ser perfeccionistas a ser líderes efectivos?

  1. Comprométete con menos objetivos (no más de 3 a la vez): No pierdas de vista el propósito. Reflexiona sobre cómo cada objetivo contribuye a tu propósito y prioriza según su impacto. Al establecer metas, enfócalas en términos de crecimiento (por ejemplo, mejorar de X a Y) y asegúrate de que sean realistas y alcanzables dentro de un marco de tiempo razonable.
  2. Enfócate y practica el desapego: Al delegar tareas a tu equipo, comienza con proyectos de menor riesgo. Acuerda con tu equipo un proceso para revisar juntos el progreso de manera que todos se sientan cómodos.
  3. Conoce mejor a tu equipo: Aristóteles dijo: “El todo es mayor que la suma de sus partes”. Explora cómo cada persona puede contribuir a generar impacto. Prueba y aprende. Rétate a pensar fuera de la caja e invita a otros a experimentar. Las personas entran en un estado de flujo cuando trabajan en algo que les apasiona.
  4. Solicita retroalimentación de tus colegas y subordinados directos: Dedica tiempo a hacer revisiones después de cada tarea o proyecto importante. Reconoce lo que ha funcionado bien y reflexiona sobre lo que podrías haber hecho de manera diferente para contribuir efectivamente. Pide retroalimentación específica sobre tus objetivos de mejora y comparte tu camino de desarrollo, animando a los demás a ofrecer comentarios cuando noten que te alejas de tus metas.
  5. Sé amable contigo mismo: Practica la autocompasión. Los perfeccionistas se fijan estándares poco realistas, lo que genera frustración y alimenta al “crítico interno” que grita: “no eres lo suficientemente bueno”. Practica la gratitud y conecta con lo que funciona. Llevar un diario es una poderosa forma de reflexionar y reducir el estrés. Prueba este sencillo ejercicio:
    • Por la mañana, pregúntate: ¿Qué haría de hoy un día maravilloso? ¿Por qué me siento agradecido?
    • Por la noche: ¿Qué cosas buenas ocurrieron hoy?

Conclusión

Nuestro entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) exige que los líderes desarrollen agilidad para aprender y se adapten a los constantes cambios. Para lograrlo, debemos ser capaces de enfrentar el fracaso y los contratiempos, aprender y fortalecer nuestra resiliencia. Los rasgos perfeccionistas obstaculizan el cambio y la efectividad, pero pueden superarse al desarrollar las mentalidades adecuadas (crecimiento y aprendizaje) y siendo compasivos con nosotros mismos y con los demás.